Acompáñennos hoy 25 de julio a las 7 pm en la quinta fecha de nuestro querido ciclo de lecturas "La Casa Tomada", en la Casa de la Cultura en Heredia.
Esta noche nos acompañarán dos poetas queridos de nuestra colección fin del mundo:
Melvyn Aguilar y
Alfredo Trejos.
No deje pasar la oportunidad de escuchar y sentir poesía de la mejor hoy en la noche. Aprovechemos el feriado y no nos dejemos amodorrar por la lluvia o la pereza.
Les esperamos. Acá dos poemas de cada uno de los invitados de hoy.
Vamos a ver los renacuajos, de MELVYN AGUILAR
Leopoldo
son cientos y están en las charcas
del manicomio.
Nos sentaremos en el pasto húmedo
junto al diente de león
y hablaremos de la miseria
mientras el viento con su frescura
nos decapita.
Tal vez así
nos conviden a una celda.
Tal vez así
tengamos pan duro
con mierda de cornezuelo y Pepsi Cola.
Durmamos Leopoldo
amamantemos una fiebre purpúrea
gocemos nuestra fábula lisérgica
nuestro hongo 25 y nuestra rosa,
fuego de santo–infierno
y diablo con espejo.
Vamos a ver los renacuajos
son diez veces diez
y duermen en nuestro barrio
y crecen como nosotros Leopoldo
en las putrefactas esquinas
de la casa Santa Isabel.
Una estufa verde para Roberto BolañoTengo amigos que juegan a escribir;
con el hígado intacto,
con sus madres intactas,
gozan de cobija, ventana y palmoteos,
tienen patria privada, rebaño de lectores,
generosas dosis de veneno
y tiempo, para
a solas
deshacerse el páncreas.
En cambio
Roberto se faja el vientre y la sonrisa
toma 20 grageas al día
y escribe.
En otoño
sus manos buscan el fuego
evadiendo el exilio, la nieve.
Y la memoria
antojadiza le anda por Quilpué
donde una tarde advirtió,
que sería bueno marchar.
Él tiene las manos congeladas
no obstante
mantiene sus ojos abiertos
tras sus enormes gafas,
tiene un mundo desbordado
de palabras, recuerdos y palabras.
En otoño
el frío lo lleva a casa de sus hijos
donde Carolina con maderos frescos
prende una estufa.
Heráclito para pusilánimes, de ALFREDO TREJOS
Uno no es el mismo
que lee el periódico
por la mañana
y el que lo vuelve a leer
muy tarde ese día,
ambas veces con el temor inteligente
de encontrar un nuevo empleo,
-esta vez uno mejoren
el que te tomen
por alguien serio, confiable
y equilibrado.
Uno no es el mismo
porque por la mañana,
desmemoriado y lleno de resaca,
con el orgullo inexplicable
de haber sobrevivido;
los ojos como banderas al revés,
síntomas de exposición letal
a una mezcla de lluvia
con vapores de estrógeno,
siente que cada palabra que lee
cae como un arete de piedra
al desayuno.
Que no hay buenas
ni malas noticias.
Así uno lee
que un gobierno enemigo
hará más pruebas de tristeza
en ese bar-atolón que te gusta tanto.
Que la enfermedad del sueño
va como peste egipcia por los cuarteles
y las comisarías
y el ánimo sigue igual
y el día sigue de un lado al otro
trasegando cada cosa
que dejamos de ser.
Tal vez por la noche mejoraste
y ya sentís los pies y la ropa
y la idea de comer
ya no te vence con un brazo atado
y ya podés encender la radio
frente a frente
sin lanzarle nada.
Pero tal vez no
y las hormigas te trepan
solo porque estás ahí,
dormido junto a un periódico
con fecha muy distante.
Katana
El afilador toma de sus piedras
la que más parece un pan
mohoso y duro.
Aunque el filo de la hoja
aún es joven
y se pierde de un día
para otro,
lo ha cubierto
con un paño de bambú
para que, si se desliza,
no le saque del todo
el corazón.
Por dentro y por fuera
el trabajo del afilador
está lleno de mitades de cosas.
Humedece su piedra
y pule.
Su trabajo no es decidir
lo que se hiere.
Su trabajo es más
como el del poeta:
decidir cuántas veces cabe
el arma más feroz
en una misma herida.