por Joan Bernal
Tengo ahora el placer de presentar Emigrar hacia la Nada de Sebastián Arce Oses, San José 1986.
Son ya tres lecturas las que he hecho y cada vez me gusta más. Nos puede pasar perfectamente que caigamos en la engañosa cuestión del primer libro. Puede que llevados por esa apariencia que tantas veces es simple confort creamos, como a menudo ocurre, que nos topemos más con un experimento, en el sentido de saber qué se siente debutar editorialmente.
Pero un libro como el de Sebastián lo leo más como un logro que como un intento. Desde el título me lleva, de acierto en acierto, por un paisaje si se quiere manido. Un paisaje que la fuerza de tener que andarlo llega a repugnar. Ahí están, cómo no, los desagües, los caños, el grafiti, el bar, el lote baldío. Pero cumple, como defiendo en estas líneas, con aquello que a tantos nos gusta de la buena poesía: la operación adánica. Sí. Lo que le tocó a Adán viéndose rodeado de tanta cosa sin nombre todavía. Por supuesto, nada más y nada menos que nombrar las cosas.
Lo que me gusta cada vez que he leído este generoso y considerado libro de apenas tres partes es que se atreve a nombrar, ahí donde otros hemos optado por el simple inventario, la mera enumeración. Sebastián lo define así: “…me exploro con la gravedad/ del viento sobre las tumbas”.
Tiene un regusto a añejo que quizás es el de los mejores vinos. Por eso me atrevería a llamar a Sebastián un buen gurmé. Se ve que paladeó y paladeó quizás el Siglo de Oro, quizás nuestros empolvados, pero insignes románticos para dar con estos versos donde además son tan oportunas las palabras como los silencios.
Este es otro de los grandes logros del libro: los silencios. Digamos que el silencio en Emigrar hacia la Nada es una inteligente crítica a lo evidente que es lo que se espera o lo que con frecuencia viene con los paisajes antes citados.
Desconozco si estos poemas fueron tallereados. En todo caso, la poda que se les hizo, si se les hizo alguna, les sentó muy bien. Hay en todo el libro un afinado sentido de las proporciones. Dice lo que dice con precisión, sin aspavientos.
Emigrar hacia la Nada aporta el equilibrio y el mirarse para adentro. Aporta poemas sin excesos aunque hable de los excesos. Ha sido una gratísima confirmación, en conjunto, de aquella serie de comentarios al margen que le oí a Sebastián en varias de sus lecturas. Comentarios que si bien nos hacían reír a la vez nos dejaban pensando. Veo en la génesis de aquellos comentarios la misma de la de sus poemas: el pensamiento. Y más un pensamiento crítico que llena sus palabras cual clorofila.
Nos gusta esta poesía por honesta, por juiciosa. Todo está muy bien sopesado aquí. Y esta breve presentación puede cambiarse por ese curioso y temido verbo: sopesar.
31 de octubre y 2 de noviembre de 2010.
(Este texto fue leído en la presentación de Emigrar hacia la Nada realizada en Heredia el 9 de diciembre del 2010)
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