jueves, 6 de diciembre de 2012

Sobre "Xarxa D' Aranya"

Presentamos tres textos sobre el nuevo libro de Ediciones Espiral Xarxa D' Aranya de nuestro querido Melvyn Aguilar, sirvan pues como abrebocas, ya está el libro en Libros Duluoz y  pedidos al número 8828-0986. A partir de la otra semana en Librería Universitaria.




Tronco, olla y fogata: la voluntad poética de Melvyn Aguilar. Por Alfredo Trejos. 


Hay una brevedad vegetal y un lejano rumor de fábrica en estos poemas. Hay una siniestra, humana, inconformemente humana urgencia por el hallazgo y la invención en esta poesía. La leés y de inmediato te impresiona que, aun ante un panorama anímico agrietado, surja un sistema de eventos que te recuerdan una y otra vez que estás vivo, que no abjuran de la existencia en un pesimismo tanguero y pelado, como muchas veces pasa.

Por esas cosas, por andar en cosas de dudoso provecho material pero profundamente bellas y útiles a la hora de ver qué rayos hice con el mundo, puedo decir que conozco la poesía de Melvyn Aguilar. O lo podía decir con total solvencia hasta hace unos días. La gran mayoría de poemas que componen Xarxa D'Aranya me han sorprendido por la perspectiva que Melvyn ha ganado en su registro. Siempre amparado al mundo de los clásicos, de lo fantástico, de lo endemoniadamente culto, en este libro hallé un gratísimo giro hacia la inmediatez, hacia lo cotidiana sopa fría, hacia el pan recién trinchado. Acudiendo siempre a sus queridos Martínez Rivas, Ducasse, Panero, por mencionar solo algunos, se da un festín de plasticidad nombradora, bautizante; escucho en su voz la voz de barrio proletario de las enciclopedias, la voz del oficiante salvaje que derrama agua bendita sobre aquello que hasta hoy se llamó tronco, olla, fogata para rehabilitarlos como símbolos. Entonces ese tronco, esa olla, esa fogata, son enzimas sensoriales para desencadenar el mundo una y otra vez que el autor se percata de que todo aquello que lo rodea ha perdido tono, ha envejecido, quizá hasta ha muerto.

Xarxa D'Aranya es un estironazo estilístico para Melvyn Aguilar. Diríamos: llegó algo tarde. Pero no lo creo. Creo en cambio que Melvyn se ha dosificado muy bien en su búsqueda de madurez, de tierra firme. Incluso diría que ha sostenido un acento de consumación con suma valentía hace años. Hoy, este libro viene a ser el informe de todos esos años en los que se la ha pasado –me consta- percutiendo el fulminante de las esquinas y la deshora. Hoy estos son los resultados: una densa máquina poética que expulsa un humo rojo, casi sanguíneo, un juego de mesa poético de reglas mutables, ambiguas y deslumbrantes, un estudio casi cartográfico de sus grandes motivaciones creadoras.

Es hermoso cómo Melvyn no deja de incitar a sus motivaciones a manifestarse más allá de la línea, más allá de la recurrencia. Todos los poetas lo hacemos pero la franqueza y el afán propiciatorio con que el autor de Xarxa D'Aranya lo hace es convincente al punto de despertar complicidades abandonadas con rencor hace tiempo por deslealtad, por hastío, por negligencia. Esto es real nostalgia, tocar duro a la puerta dibujada.

Una construcción escénica desbordada y mortificante tiene este libro. Desde el inseguro nido de un Roberto Bolaño que hace lo que puede no para crear sino para mantenerse con vida hasta las selvas asfaltadas y leñosas del hombre común que se reconoce en una herramienta rota colgando ahí en la afiladuría, Xarxa D'Aranya abarca, o barre quizá, un gran campo de estímulos, un horizonte esférico.

Este delirio de nombre extraño debe leerse limpia y detenidamente. Tomarlo a bulto es una ligereza, un avance febril. Su naturaleza y su lenguaje van hombro con hombro, síntoma de buena literatura. De la que no se aprende a hacer acá no más ni así no más. Su naturaleza y su lenguaje jamás se pierden de vista. Créanme que lograr algo así es difícil. Así se determina una obra duradera, estimulante, conseguida por un poeta fino, riguroso. De los de verdad.

                                                                                                                                    



 


XARXA D’ARANYA de Melvyn Aguilar Por Zingonia Zingone, Roma, V 2012


Xarxa D’Aranya: telaraña de una araña que busca sus orígenes vagando por territorios conocidos y desconocidos, nombrando lo visible y lo arcano, envolviendo al lector en un tejido complejo de palabras y conceptos; una especie de zoom de una esquina o del centro del mapa que reside en la mente del autor.

Melvyn Aguilar sabe ser esencial en su poesía, midiendo palabras, cortando todo exceso hasta deshuesar el hueso de sí mismo; sin embargo, ama desplazar al lector recurriendo al lenguaje enigmático. Llevándolo hacia las pequeñas cosas que él considera importantes. Pequeñas en sentido agudo, porque el autor bien sabe que en un átomo se resume el universo.

¿Por qué entonces construye una telaraña tan compleja? ¿Por qué juga a las escondidas entre calles cáusticas y mallas febrífugas/hemostáticas? ¿Será eso necesario para demostrar que un elefante sí puede balancearse sobre la tela de una araña?

No lo sabemos.

El libro se abre con la diafanidad de una paloma y toda la transparencia del amor filial. Pero es allí mismo que nacen las dudas sobre el hombre y su actuar terrenal: Un peldaño remonta cada jornada / pero no logra descifrar / en su necio intento / el laberinto que de la tierra / hemos hecho. Afirmación que conduce a la paradoja que el hombre vive a diario.

Paradoja que crece enmarañada entre lo bíblico y lo doméstico, lo casi obvio y lo incomprensible. Si Eugène Ionesco se acogía a lo absurdo para evidenciar lo evidente, lo que el hombre ignora o pretende ignorar, Melvyn Aguilar se acoge a lo ignorado, lo rebautiza y certifica que lo absurdo es lo normal.

Como la ruleta rusa.

Como Xarxa D’Aranya, donde el orden desorientador en el que se suceden los capítulos y las formas poéticas empleadas, es un sello del autor. Es un afirmar (quizá involuntario) que su cámara enfoca el mundo de esa manera.

Pero, Melvyn sabe que la verdad nunca es una sola y mientras la niña duerme que ya desde lo alto, / –como un rayo– / la abeja, en su tránsito de nieve / ha coronado con trigo / tu cabeza, nos recuerda que nada se pierde para siempre, porque en los márgenes / de la luna / apresada está / la memoria / del mundo.

Como en un libro, esa pequeña cosa que debemos recordar. 








XARXA D'ARANYA o el revés del espejo. Por Cristián Marcelo Sánchez


La poesía de Melvyn Aguilar es suntuosa, salvaje, mítica, impecable, fragmentaria, poliédrica; a veces parece una sinfonía; otras veces, el susurro de un fantasma desde el otro lado del espejo.XARXA D'ARANYA ( o pequeñas cosas que deben recordarse) es un poemario que no da cuartel a lector, fuera o alejado de la otra sentimentalidad o de la poesía de la experiencia, se levanta como un dolmen para mostrar los espacios en que las partículas del ser vibran enloquecidas por la cabeza giratoria de un artificio. No hay lugar para inocencia, no hay lugar para la Sra. Cacatúa, para el poeta snob de gafas a la John Lennon, no hay lugar para los niños que experimentan con la realidad del barrio, cuando los barrios han desaparecido y solo queda el vacío mirándonos a los ojos con una sonrisa maliciosa.

XARXA D'ARANYA es la red de una araña trazada sobre las piedras de Nazca, es la araña que renacida transita por las tablillas, los papiros, el papel, los píxeles de las pantallas. Desde la profundidad de MEMORÁNDUM, por los recovecos de DISCURSO DEL TIEMPO, hasta TREINTA PESQUISAS, la poesía tiene otra manera leerse. Nos recuerda que el poema no es solamente una verdad, sino una amalgama de formas clásicas, barrocas, surrealistas, construcción en elipsis, interés por lo raro, lo extraño, de musicalidades sangrantes, y un yo que regresa de las catacumbas.

Melvyn Aguilar es un estilo, y el estilo es el hombre, dicen. XARXA D'ARANYA es un poemario que muestra la maestría del Melvyn, esa maestría que solo logran los genios o los dioses. Sus poemas tienen ese brillo, esa chispa que salta del infierno e inflama el corazón del lector-poeta, del lector-lector. Poemas densos como el aire, como el agua o la luna. El espejo está allí, Melvyn lo sabe, aunque el lector no se haya dado cuenta. Ecinue es Alicia, y Melvyn el conejo o el brujo en un extraño mundo entrelazado infinitamente en las palabras... Con el tiempo se olvidan muchas cosas que deberían recordarse.




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