La sensación del desconsuelo, la nausea, la sospecha de que nuestro cuerpo fue vuelto al revés en las alturas y ahora, en tierra, nos toca reacomodarnos a unos husos horarios que no nos pertenecen, a un caminar que parece no ser el nuestro. Continuar de pie y no sucumbir ante el deseo de no estar ni ser, ante la programación zombi de la que somos víctimas en medio de las costillas de los aviones, de la caja hipnótica de la televisión, esa es la premisa de esta serie de poesía que arroja ESPIRAL para su público de lectores asiduos y los que vendrán.
JET LAG es el estado de alarma, el saber que no pertenecemos a este lugar, y quizá a ninguno, hermana gemela y menor de FIN DEL MUNDO, JET LAG nos asegura que la recuperación de las condiciones normales de vuelo no suceden en esta dimensión, que cada vez que cambiamos de aeropuerto algo nuestro se perdió para siempre, y esa sensación de nausea, de ver los límites móviles de las cosas que se nos escapan, nos aproxima a la comprensión de que no existe un estado natural de las cosas.
TODO es móvil, los equipajes viajan en una banda transportadora sin fin y, desde la tierra de la poesía, nos damos cuenta que siempre somos otros, que el avión que nos transporta se parece mucho a esas naves de la películas de ciencia ficción clase b, vemos los hilos, el fondo negro, la maqueta, y todo se mueve sin remedio alguno.
Entonces, acá van unas píldoras para acentuar el Jet lag.
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